Los labios del fecundo viento
besan mi rostro desnudo,
camino entre olas que me doblan
huyendo otra vez de la memoria
hasta que todo me atrapa y me derrota,
me absorbe esta tierra y sus dolores,
dejando sólo mi mano
sobre el tiempo y la arena,
en el límite del agua,
recordando mi encierro,
mi destino, mi muerte,
mi regreso.
La imagen corresponde a la célebre escultura de Mario Irarrázabal en Punta del Este.
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