
Daniel es silencioso
como un cuaderno de música,
frecuenta bares antiguos,
escribe en “Tres Párrafos”,
investiga sobre Miguel Enríquez,
los fuegos de la “Divine”,
los atentados a nuestros
hermanos travestis,
el ir y venir de los gatos
con las platas de nuestro pueblo.
Matilde y Manuel
se llaman sus hijos,
niños que crecen justos
como el alma de sus padres,
tomando el cristal de las primaveras,
el fuego de los inviernos,
la parte azul y granate
de los árboles
y las cordilleras.
Su esposa se llama Valentina
y estudia el espíritu de los niños vejados,
las fracturas del infierno
y los efectos del mal sobre la pureza.
Mas cuando llega casa,
abre las botellas de leche,
peina los rulos de Manuel,
besa los ojos de Matilde,
enciende el alma de Daniel.
En la imagen, Daniel, Valentina y Manuel, en los ojos de Joaquín Vallejo.
1 comentario:
Qué bello es Daniel, y sus silencios.
Te abrazo encantada,
MaLena.
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