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Estoy en la barra,
el pisco sour a mi derecha,
el país alterado,
cinco televisores
en los recodos del bar.
Bertoni camina solo por Concón,
mi vecino apura los gin tonic
para que no le importe nada
y todo pase rápido
como una boda o
una noche de amor.
El solsticio indica
que va a ganar Chile,
pero los toros,
bestias al fin y al cabo,
todavía creen en la vieja España
en los soles de Andalucía,
en los gazpachos
y las tardes infernales
de su sacrificio.
Puta que le tengo miedo
a los españoles
dice el viejito del tonic
luego de llamar a su hija
y anunciar su regreso para el entretiempo.
Vivo con mi hija
y mi nieta de siete años
mientras Celia provoca
con las tareas sin hacer
mientras Pablo y don Juanca
sacan las banderas y las bubizelas.
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