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Mi vagón está vacío.
Por las ventanas
ingresa un paisaje de parras,
pequeños pueblos de adobe,
brazos de cordilleras,
aguas enérgicas que buscan el mar.
Llevo un largo rato
prisionero del paisaje,
mis pensamientos giran
en torno a las uvas,
las copas de vino,
los más rojos tomates,
los humeantes hornos de barro.
Desciendo en una estación sombría,
no hay niños corriendo
ni vendedores de empolvados
ni ancianos ofreciendo ajo y perejil.
No hay bicicletas ni caballos,
no hay panes tibios,
no hay pequeños senderos
hacia la playa.
Entre los escombros,
desciendo hacia las olas,
sólo me hablan
los nombres de los botes
que descansan en la plaza,
los ratones que han perdido el miedo,
las naranjas que flotan entre las aguas.
En el 2003, en compañía del guittarista Enrique Kalinski y de mi amiga Erika Díaz Muñoz, viajamos a Constitución para conmemorar con la gente de esa comunidad, los 30 años del Golpe de Estado.
Ahora, mi alma viaja de nuevo para estar con ellos en medio de la nueva tragedia.
La foto es del flickr de Erick Céspedes.
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