
Mil novecientos seis,
mi abuelo Gustavo hacía sus tareas
cuando el terremoto destruyó Valparaíso,
saqueos, fusilamientos,
gente durmiendo en la plaza,
nada volvió a ser lo mismo.
1938, Chillán,
miles de muertos
en una fosa común.
1960, el gran terremoto,
los abuelos
de Isidora huyen del agua
en Chiloé, Valdivia
se sumerge en sus ríos.
1965, mediodía
de un domingo,
mi madre de 21 años
fue levantada por la tierra,
una nube de polvo subió desde el plan.
1971, tengo tres años,
escapo del agua bautismal,
se cae la iglesia,
la ciudad se fractura.
Una madrugada cualquiera
de los años setenta,
una parte de la calle Yungay
cayó sobre la nariz de mi madre,
los falsos del techo
apuntaron sobre ella.
1985 en Olmué,
tarde del domingo tres de marzo,
ha sido un verano de temblores,
estamos con mi padre viendo una película de ninjas,
nadie quiere pararse,
hasta que el televisor se viene abajo.
Fuera de la casa,
los postes se bambolean,
hay chispas eléctricas,
se abren grietas en el césped,
mi hermana baja
desde la copa de un árbol,
una hilera de autos regresa a la ciudad.
Por la noche, la casa queda a mi cargo.
Ayer, abrí las cortinas
tras el corte de luz,
había un barco
saludando con sus luces,
las estrellas regresaban a la noche,
la luna me miraba con un rostro
intensamente amarillo,
Isidora dormía como una reina,
pasé el bamboleo cuidando
sus sueños.
A las cinco,
mi celular servía de radio,
se recuperan los lazos,
mi sobrino huía del agua
en Juan Fernández.
Por la tarde,
las olas atacan Talcahuano.
En la imagen, el afiche de un seminario que al parecer no fue suficiente preparativo.
1 comentario:
Qué terrible Gonzalo, estáis bien?
Las imágenes son estremecedoras.
Un abrazo
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