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Querida Gea:
Se que estás enojada por este drama de la superpoblación, el calentamiento global, la contaminación universal, la guerra y un sinfín de otras tragedias.
Apenas te recompensamos con la música, el yoga, los abrazos y la prohibición de cazar ballenas.
Sin embargo, te sigues portando la raja: con tus amaneceres, el oleaje, la lluvia persistente sobre los tejados, los almuerzos en familia, los volantines buscando la cumbre del cielo.
Hace doce meses vi tus lágrimas hirvientes allá en Tatio, en febrero me empujaste a los brazos del río Pangue y a los de AB, en marzo, me dejaste concebir a Isidora que acaba de nacer sana y hermosa.
Nada que decir, madre tierra, me has mimado, llenado de amigos, abrigado, alimentado y multiplicado de una manera prodigiosa. A cada instante le he sacado partido. Parece que he vivido en serio.
Claro, se que un día me quitarás cada uno de los dones, tal como lo anuncias cada jornada al devorar el presente.
Esa pérdida inevitable, como la de nuestros muertos, hace que cada sensación tenga más valor, más sabor, más aroma.
Bueno, piensa que en este fin de giro, somos varios millones de tus hijas e hijos los que nos acordamos de tu buena onda, de los manjares que dejas sobre nuestra mesa, del abrigo que nos presta tu lámpara chascona en el cielo.
Me despido, madre holística, sugiriéndote que bailes con los pies descalzos, que contengas tu poder sobre las mareas y que regales una vida luminosa a Isidora.
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Las fotos provienen de este sitio: http://www.ballerinagallery.com